El modelo actual de urbanismo se centra en el "saneamiento" urbano mediante la
ingeniería y la cirugía, es decir, cortar trozos de ciudad y sustituirlos por
otros más “modernos”.
La estrategia para llevar a cabo este proceso es la gentrificación o elitización: un proceso de transformación urbana en el que la
población original de un sector o barrio deteriorado y con pauperismo es
progresivamente desplazada por otra de un mayor nivel adquisitivo, como
consecuencia de programas de recalificación de espacios urbanos
estratégicos (se suele dar en barrios céntricos).
Las ganancias (para unos pocos) que pruduce este proceso son su motor principal y son posibles gracias a la descapitalización y desvalorización de la zona, que permite grandes
diferencias entre el valor del suelo del sector degradado y el valor
potencial que por su ubicación podría tener. Es decir, que la degradación de la zona es necesaria. Una manera de conseguir esto es la inseguridad, pero inevitablemente la inseguridad conduce a una ciudad segregada, separada en
trozos, en la que las diferentes clases sociales, el comercio, las
oficinas, las áreas de espectáculos, se van separando entre sí
constituyendo verdaderas áreas especializadas y propiciando inútiles
desplazamientos para poder llevar a cabo las labores más cotidianas con
una infrautilización del espacio verdaderamente clamorosa.
Para luchar contra estos procesos y conseguir una mayor intervención en la configuración del entorno seguro de la ciudad es necesaria la observación ciudadana.
Los paseos de Jane (en honor a la activista Jane Jacobs) es una iniciativa
libre y autoorganizada localmente que consiste básicamente en
caminar por nuestras ciudades, observandolas y tratando de aprender
de la realidad que nos ofrecen, viendo lo que funciona bien y lo que
funciona mal en nuestros entornos. Jane Jacobs era una ferviente
defensora de que quién mejor sabe cual es el funcionamiento de los
barrios, sus problemas y las mejores maneras de solucionarnos son sus
habitantes.
Con estos paseos se pretende reclamar un urbanismo humanizado,
donde las ciudades no se planeen desde los despachos de grandes gurús
del planeamiento, sino que los espacios sean para las personas y sus
vidas cotidianas, y desde ahí se piense. Al caminar conjuntamente por
nuestras calles vamos reconociendonos en los espacios que
compartimos, tejiendo las calles con nuestras historias, las
plazas con retazos de nuestras vidas cotidianas.
Esa es la esencia de la dimensión social y política del espacio público. Dimensión que a través de la lógica de los negocios y de la capitalización se ve seriamente deteriorada y contribuye a secuestrar el espacio público.
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